Esta raza es sin lugar a dudas una de las más antiguas ya que de ella provienen, muchas otras, de casi todo el mundo. El Mastiff desciende de los Molosos del Epiro, parientes directos del Mastín del Tibet, introducidos en las Islas Británicas por comerciantes y navegantes provenientes de Sidón y de Tiro. Desde el comienzo del siglo XVI conservaba su nombre primitivo de "Moloso inglés". Por su tamaño, su fuerza y su carácter, era utilizado como perro de guerra. De él desciende también el antiguo "Perro de Sangre" utilizado por los españoles en la conquista de América. En 1800 los ingleses lo introdujeron en América del Norte, donde rápidamente adquirió un cierto prestigio por su fuerza y valor. Terminada su utilización para fines bélicos, comenzó para esta raza una lenta decadencia. En lugar suyo, se prefería el menos voluminoso Bullmastiff más ágil y tal vez más feroz como guardián. Sin embargo, ingleses y americanos han continuado la cría de este perro que logró, en ambos continentes, notables éxitos debidos también a su carácter que se ha modificado sustancialmente en los últimos tiempos, convirtiéndose en mucho más dócil y equilibrado.